un diario posible

miércoles, 16 de diciembre de 2015

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Karen tiene 18 años, la semana que viene cumple 19 pero parece una nena: petisita, con zapatillas y jean y una camperita negra, y abajo la chaqueta de la cooperativa Borlengui.
Sale de la nada, en la esquina de Gorriti y Estomba, y nos pregunta si el Hospital Municipal está muy lejos. Está de ahí unas cinco o seis cuadras. Nos mira, y con una voz triste y enojada: “me dijeron en el centro que era acá nomás”. El Español está más cerca, pero si no tenés el carné de la obra social te cobran la consulta, y ella no tiene plata.

La miro y pienso que sola no llega, y me ofrezco a acompañarla. Me cuenta que entró a trabajar a las 10:00 y que sale a las 5:00, que le pidió al supervisor salir antes porque le duele mucho la panza y vomitó una baba blanca. Tiene miedo de estar embarazada, pero tiene un atraso de solo cuatro días, y tiene puesto un DIU, la tranquilizo.

Tiene una beba de dos años que se llama Keila. El nombre se lo puso el papá, lo encontraron en Internet. Hace dos meses se volvió con la nena a vivir con la mamá, porque el flaco le pegaba: “me pegó una vez por celos, y me dijo que no lo iba a volver a hacer, pero otro día me volvió a pegar. Me costó mucho dejarlo, yo antes dormía más, me levantaba a hacer la comida, lavar, esas cosas que hacen las mamás, pero no tenía que trabajar, porque él trabajaba en una pollería y no nos faltaba nada. Yo quiero dejar y ponerme a estudiar de nuevo, pero tengo que juntar plata para alquilarme algo chiquito, porque con mi mamá estoy bien, pero adelante vive mi abuelo que es borracho y me manosea. Al principio yo pensaba que me tocaba sin querer, pero después me di cuenta. Le dije a mi mamá y me dijo que no dijera nada, que el abuelo es borracho, que trate de no pasar por la casa, por eso yo me quiero ir.”

Casi llegamos a la Guardia: “tenés las re piernas”, me dice. “¿no te cansás de caminar con tacos?” “No, porque son cómodos”. “Yo no puedo caminar con tacos, porque tengo arañitas y hasta várices tengo, y cuando está por llover me duelen las piernas y la cicatriz de la cesárea, yo me acuerdo de cuando me cortaron, me dolía todo.”

Le da los datos a la recepcionista y nos sentamos. Ella se empieza a quedar dormida. No duerme hace dos días, porque está preocupada, y casi no come, no tiene hambre. Por fin la llaman, al ratito sale de la guardia tocándose la cola “tengo gastroenteritis, me pusieron una inyección, me re duele”. Me muestra una fotocopia corrida con la dieta que tiene que hacer, y esperamos un poco más porque la recepcionista se fue y necesita un certificado para el trabajo. Me pide el celular para entrar al facebook, pero cuando está poniendo la clave aparece de nuevo la recepcionista, le hace el certificado y nos vamos.

La acompaño unas cuadras por Estomba, cuando llego al edificio donde vivo nos despedimos: “¿Vivís acá? ¡Qué linda casa! Voy a pasar para que conozcas a mi nena, si escuchás una loca que te grita desde abajo ¡Eva!!!!!! soy yo.” “Vivo en el segundo B” le digo, y me despido. Ella sigue hasta la plaza a tomar el colectivo, porque vive en White.


domingo, 29 de marzo de 2015

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En otoño
también hay flores.
Su trabajo es brillar
mientras todo se sosiega.




martes, 2 de diciembre de 2014

Lección

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En primavera hasta los yuyos
que crecen entre las baldosas
todo lo verde se eleva.
Salgo a caminar
a aprender de esa turgencia
crezco nutrida del aire
y de la luz
de la última hora de la tarde.



lunes, 20 de octubre de 2014

El ingreso

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Veinticuatro chicos y chicas sobre veinticuatro exámenes de seis hojas cada uno durante una hora y media. Dos chicas y un chico tienen rosarios colgados, otra chica una medallita de la virgen que cada tanto besa.
Algunos escriben sin parar, otros hacen pausas y miran para arriba como buscando la inspiración para seguir. Varios se sostienen la cabeza como si les pesara todo lo que tuvieron que estudiar para este examen crucial.
El aula está llena de colores: dos afiches llenos de nombres con un cartel al lado "Tu nombre es el eco de tu presencia", los 150 afortunados de los 600 que este año son un número, tendrán su nombre escrito en la pared de algún aula de la escuela más prestigiosa de la ciudad.
Miro estas paredes que fueron las paredes de mi escuela, miro a estos chicos que están concentrados y nerviosos rindiendo un examen parecido al que yo rendí hace muchos años concentrada y nerviosa. Miro todo con ojos curiosos y reflexivos y también con los ojos controladores de la profesora responsable de que nadie entre con trampa.




lunes, 13 de octubre de 2014

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Un sauce llora sobre el Napostá
que corre caudaloso.
Los pastos, los árboles festejan
la lluvia reciente.
Una nena toma agua de un grifo,
se moja la cara y se ríe.
Es un día soleado pero en el oeste
se preparan las nubes
de este octubre cálido e inestable,

lleno de aguas que se mueven.



jueves, 4 de septiembre de 2014

En colectivo a la escuela

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8:00 AM

El cielo es
una cancha blanca
donde juega la luz.

10:00 AM

La mañana celeste
los brotes nuevos
el traqueteo del colectivo
la calidez discreta
del fin del invierno.



miércoles, 21 de mayo de 2014

Escribir

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Escribir con eso que está como una piedra entre el pecho y la garganta, con esa injusticia que sale en lágrimas porque está prohibido decirla. Escribir paréntesis que se abren gruesos en mis párpados y se cierran negros debajo de mis ojos, y que los más cercanos me digan "No te preocupes", y que los desconocidos más perceptivos pregunten "¿Estás resfriada?" y yo conteste "Si".