Es una tarde gris y lluviosa, de las primeras tardes frías del otoño. Es uno de esos días en los que tengo ganas de volver a casa, cambiar las botas por pantuflas de lana, servirme una copa de vino y poner un buen disco. Ahora estoy escuchando a Dinah Washington y Clifford Brown y me doy cuenta de que este es un regalo de Alejandro. El disco no es el regalo, el jazz es el regalo. Es una suerte encontrar amigos así, que te hacen regalos que te van a hacer feliz para toda la vida.
De nuevo todo se cayó como si un viento fuerte hubiera pasado, una tormenta que se armó en un minuto y yo no vi ni las nubes que venían. Ya no sé si tengo ganas de volver a juntar los pedazos.
El pan leva en la ventana,
la carne blanca llena de semillas
La mermelada hierve en la cocina,
la carne naranja y perfumada.
La mañana crece como el pan
y se reduce como la mermelada.
La mañana celeste y amarilla
suave, con una música de piano.